El jueves en clase de italiano de la escuela de idiomas me pasó algo que hacía muchos años que no me pasaba. Me dio vergüenza admitir que leía —mucho, muchísimo en comparación con mis compañeros—. Estábamos empezando un tema relacionado con la lectura y la profesora nos preguntó cuántos libros leíamos al año, que cuántos habíamos leído el año pasado. Normalmente a este tipo de preguntas responde quien quiere en alto y lo comentamos un poco entre todos, pero esta vez tuvimos que ir uno a uno respondiendo.
Las respuestas uno a uno me ponen nerviosa desde el colegio. Tiendo a dejar de escuchar lo que dice el resto y me centro en pensar la mía para evitar trabarme o hacer el ridículo —en el cole las adaptaba para que se parecieran lo máximo posible a las de los demás—, aunque esta vez me pilló tan de sopetón que casi no me dio tiempo a nada. Mis compañeros iban respondiendo: Cuatro… Seis… Dos… Y llegó mi turno. «¿QUARANTACINQUE? Non ti devi vergognare, Ángela! Sei una lettrice vorace!» La reacción de mi profe fue genuina. Mi compi de al lado —un señor con el que comparto mis dos primeros apellidos solo que en sentido inverso y que me hace muchísima gracia porque se inventa muchísimas palabras—, me dijo que estaba orgulloso de mí. El resto hacían comentarios entre ellos y me miraban como extrañados. «¡Tendrás la casa llena de libros…!», le escuché a una mujer. «Cómo se nota que no trabajas…», dijo otra. Yo no sabía ni dónde meterme. Tendríaquehabermentido tendríaquehabermentido tendríaquehaberdichomenos.
Sí trabajo, no a jornada completa ni todos los días pero tengo dos trabajos, estudio y claro que tengo libros en casa, pero tampoco nada disparatado. Voy mucho a la biblioteca y además todos los que no me han gustado especialmente los vendo. También leo muchos ebooks. Y novelas gráficas. Y algún que otro libro por obligación o por estudio. Y no es que me encierre en casa a leer todo el día. Patino. Voy mucho a pasear porque me encanta pasear, ya sea por la ciudad o por el monte. Veo series, veo películas, paso mucho tiempo a mi pesar con el móvil también. Salgo con mis amigos, voy a conciertos, ceno por ahí. Como dijo mi amiga Emily en cuanto se lo conté: «También comemos…Nos duchamos… Qué loco» Y sin un libro entre las manos no siempre, al menos.
«Haciendo el cálculo… ¿Eso significa que lees cuatro libros al mes?», me preguntó una chica. Yo le respondí que dependía de muchas cosas, que no era algo obligatorio (vaya rollo si no). Hay meses que leo cuatro, otros que leo dos, seis o ninguno. Hay periodos en los que por lo que sea conecto con todos los libros que caen en mis manos, otros que no, temporadas en las que no me apetece y no leo nada o casi nada.
Tampoco siempre que leo lo hago horas seguidas sin parar. A veces pasa, y cuando pasa y puedo permitírmelo es maravilloso, pero la mayoría de las veces leo aproximadamente media hora, normalmente después de comer o antes de ir a dormir. Por ejemplo, muy pocas veces leo desayunando y aunque es algo que me encanta, suelo apurar al máximo en la cama y no me da tiempo.
Y sí, ya sé que no todo el mundo lee. Ya lo sabía antes de esta revelación en clase. Yo no leo para que nadie se sienta orgulloso de mí, ni porque quiera sorprender a nadie. No me creo superior —solo pensarlo me da repelús— por leer. Leo porque me gusta. Igual que escucho la música que escucho o me compro todas las cosas que puedo de color naranja. ¡¡Lo hago porque me gusta hacerlo!!
Dudo que deje de gustarme leer, pero sí que llegarán épocas en las que lea mucho menos, estoy segura. Ya las he tenido y las volveré a tener. Pensándolo ahora, cuando vivía en Bilbao leía poquísimo en comparación con estos últimos años y no me preocupaba. Aún así, estoy casi segura de que es un hábito que siempre irá conmigo, pero porque siempre lo he tenido. Cuando se ha sido una loca lectora adolescente —Memorias de Idhún, Crepúsculo, Percy Jackson, La llave del tiempo, Los juegos del hambre, Cazadores de Sombras— es difícil salir del bucle. Recuerdo llevarme libros (libracos) al recreo en el colegio con todas las páginas en las que había frases que me gustaban marcadas para leerlas en alto con amigas que ya no son mis amigas, dibujar a mis personajes favoritos y escribir continuaciones de mis libros preferidos con mis personajes preferidos (los fanfics estaban empezando).
Por dios, que estaba registrada en foros ¡ F-O-R-O-S ! de mi trilogía preferida y me dedicaba a rolear por escrito en ellos como si fuera un personaje más del libro y a fangirlear y charlar con pre-adolescentes igual de obsesionados que yo. Y no iba a las quedadas que se hacían, pero porque todas se hacían en Madrid. Aún tengo contacto con alguna de esas personas, lo que es más sorprendente todavía.
Tampoco leo de todo. Elijo lo que pienso que va a gustarme, aunque muchas veces sale mal. No me gusta lo policíaco, no me gustan los asesinatos ni las averiguaciones para esclarecer crímenes porque no las pillo. No soy fan de la novela histórica así a grandes rasgos, aunque mi madre, mis tías y Julia son verdaderas fans del género. Mi hermana lee romántica en sus variantes de fantasía y young-adult —y de ahí no la saca nadie, de hecho ha conseguido que lea libros que jamás me habría empezado de no ser por ella y que me he terminado casi del tirón—. A Sara le pierden los mundos mágicos bien construidos y las historias escabrosas le gustan mil millones de veces más que a mí, pero gracias a ella volví a reconciliarme con la fantasía y la casi ciencia-ficción. Emily y yo sin embargo tenemos gustos muy parecidos en cuanto a novela contemporánea y nos pierden las historias cercanas escritas de forma preciosa en las que… no pasa nada y que nos hacen soltar lagrimitas. A Diego le gusta la no-ficción y aprender cosas nuevas en todo lo que lee, Xavi es experto en clásicos…
Menos mal que tenía amigas con las que leer y comentar y recomendarnos y fangirlear con 13 años y también las tengo ahora con 26, porque si no, no me lo pasaría tan bien.
Si has llegado hasta aquí ¡enhorabuena! y te gustaría leer más, se me ocurren varias cosas que podrías hacer.
Crearte un perfil en alguna web de registro de lectura, como por ejemplo Goodreads o Readerly. Parece que no, pero simplemente el añadir tus lecturas, llevar la cuenta de lo que vas leyendo y tener acceso a un montón de recomendaciones y críticas, hace que leas más1.
Unirte a un club de lectura. Emily, la amiga a la que con esta he mencionado ya tres veces en lo que va de post, lleva un club de lectura muy interesante: ella elige el libro del mes, cada uno lo lee en el formato que quiere y a finales de mes se reúnen y lo comentan por videollamada. También tiene una newsletter maravillosa que escribe todas las semanas, así que si te apetece algo ligerito puedes empezar por su
💙Están las revistas, están los periódicos, están los miles de artículos que hay por internet. Quién sabe, quizá lo tuyo sea eso.
Si aún así te apetece leer y no sabes qué, aquí debajo te dejo una serie de libros muy distintos entre sí de los que no voy a enseñarte más que un trozo de portada. Si alguno te llama, está en tus manos averiguar si te mola o no. Es una mezcla un poco random, aviso.






Si te has tragado este rollo y lees: ¡Genial! Eres de mi club y me encantaría que me dejaras un comentario 💌
Y si has llegado hasta aquí ¡doble enhorabuena!, no lees y tampoco quieres, pues oye, tampoco te rayes, no es tu momento. Ya está.
La mayor parte de este post lo escribí a las 5 de la madrugada del sábado, que me desvelé. Normalmente bebo agua y me vuelvo a dormir en nada, pero me vino el temita a la cabeza y tuve que escribirlo en una nota del móvil (era eso o ponerme a leer ¿¿¿y veis??? No solo leo, también escribo) 😇
No habría respondido «cuarenta y cinco» tan rotundamente a mi profe de no ser por una de estas.
Los libros en los que no pasa nada son lo mejor
La gente que ve como algo raro que leamos???? Sacrificamos horas de sueño pero ya está!!!