No tienes que vivir un amor loco y apasionado a los 20, no tienes que viajar un montón ni haber conocido a tus mejores amigos en el instituto o en la universidad. De hecho, ni siquiera tienes por qué tener mejores amigos. Tampoco tienes por qué casarte a los 30, disfrutar de una carrera profesional de ensueño pasados los 40 y claro que puedes ponerte a estudiar o empezar a practicar un deporte de riesgo a los 50. Las cosas llegan cuando llegan, y eso si llegan. No hay una fecha de caducidad para casi nada ni tampoco una lista de puntos que completar.
Puedes conocer a tu pareja a los treinta y muchos, no tener pareja porque no te interesa, tener hijos muy pronto, ser madre a los 40, no ser madre, vivir en pareja sin hijos, casarte por primera vez después de la jubilación, no casarte, querer a tus sobrinos o a los hijos de tus amigas como si fueran tuyos. Las posibilidades son infinitas y eso que me he centrado en un ámbito chiquitito. Claro que esto lo sabemos todos, ¿pero lo aceptamos todos? ¿Somos capaces de ser felices no cumpliendo lo que se espera de nosotros? ¿Lo que muchas veces nosotros esperamos de nosotros mismos? Yo puedo querer formar una familia algún día, ¿pero y si no pasa?
Haciendo retrospectiva, de adolescente claro que imaginaba a la Ángela adulta siendo de una determinada manera. Proyectaba en mi yo del futuro un montón de vivencias y sobre todo unos ritmos inspirados en lo que veía a mi alrededor, en lo que me habían enseñado que era lo que había que hacer, en el cine y los libros. De esas he vivido algunas, muchas espero que pasen y otras creo que no me pasarán nunca. La persona que soy ahora se ha dado cuenta de que ha cumplido tan pocas cosas de esa lista imaginaria —tan imaginaria que no contiene ningún punto en concreto, pero que de alguna forma está en mi subconsciente— que me pregunto si de verdad llegarán algún día.
De pequeña me pasaba tardes enteras pegada al ordenador jugando al videojuego de Tarzán. Me gustaba mucho pero a la vez era muy tensionante. Si la barrita de energía se te agotaba antes de llegar a la mariposa (el autoguardado), tenías que volver a empezar desde el principio. Todo lo que habías conseguido daba igual si no llegabas a ese punto. Era un rollo —y esta, una comparación nostálgica más que nada— pero ahora me siento parecido: en tensión y atacada hasta que no llego a ese punto en el que se me permite parar a coger aire y respirar porque «ya he llegado hasta aquí». Independizarme, trabajar de lo que he estudiado, tener pareja, vivir en el extranjero… Mis autoguardados personales.
Antes no me quitaban el sueño, pero ahora que veo los 30 cerca lo siento distinto. Si no hago que pasen, ¿me pasarán? ¿Estaré satisfecha cuando lleguen, si es que llegan? ¿O me arrepentiré de no haberlas hecho antes? Reflexionando sobre esto he llegado a la conclusión —gracias a la charla y llorera que nos pegamos mi amiga Sara y yo el otro día— de que cuando las cosas pasan, no te planteas que no sea el momento, ni te echas la culpa ni te sientes peor por no haberlas hecho antes.
Y aunque muchas de las cosas que queramos puede que no lleguen nunca, lo mejor que podemos hacer es mirar a nuestro alrededor y apreciar lo que sí tenemos. Porque siempre es más de lo que pensamos.
Qué me ha hecho sentarme por fin a escribir:
🪰 Los últimos posts de
, como este o este otro, pero sobre todo este. Describe perfectamente ese sentimiento de incertidumbre hacia el futuro. Doy gracias por leer testimonios como estos cada semana en mi bandeja de entrada.🪰 Todo final es un comienzo. Al prota le deja su novia con la que llevaba cuatro años y se encuentra perdido y soltero a los treinta y cinco, rodeado de amigos con sus vidas ya hechas pasando bastante de él. Sabía que siendo una novela de Dolly Alderton era difícil que no me gustara, pero es que me ha encantado y hace que te replantees cositas. Ha sido el libro del mes en el club de lectura de
📚🪰 La llorera del viernes pasado en nuestro bar de confianza, desahogándonos y confesándonos muchos de nuestros mayores temores. Tenía que llegar. Y habrá más veces. ❤️🩹
Hace poco leía en un libro sobre la lucha entre los sueños del imaginario colectivo (la casa, el coche, la pareja, les niñes, etc.) y los verdaderos deseos. Los primeros, muchas veces, detectamos que no son nuestros, pero aun así los seguimos deseando :(
Me ha encantado el paralelismo del autoguardado del videojuego con los de la vida. 😉 ¡Gracias por compartirlo! 😇
Te abrazo muy fuerte Áng 🫂 Aquí otra que se siente igual con alguna llorera semanal que otra incluida 🥲 Pero tienes toda la razón, seguro que a nuestra yo pequeñita le encantaría todo lo que hemos conseguido! ❤️🩹