Cartas que nunca envié | Joaquín
Enhorabuena. Has sido la primera persona en gritarme este 2025.
¡Hola! Nuevo año, nueva sección que me acabo de inventar. No sé cada cuánto, pero de vez en cuando te llegará una de las Cartas que nunca envié, textos a modo de cartas dirigidos a personas reales, pero que nunca serán leídos por sus verdaderos destinatarios.
Lo que estás a punto de leer aquí abajo es casi casi casi todo verdad, con alguna licencia artística.
Es un día soleado de principios de enero, mi segundo día de trabajo del año y no te has hecho de rogar mucho. Tu llamada antes de las 9:30 de la mañana ha durado menos de cinco minutos, pero qué cinco minutos.
En ella he pasado de mostrar mi voz más amable a hacer eye-rolling hasta la nuca. Tú sin embargo ibas a piñón fijo desde el principio. Sabes, envidio un poco a la gente como tú. La gente que tiene las cosas tan claras que es imposible rebatirle nada, aunque esté equivocada. Si es que a alguien le interesara, a mí podría rebatírseme hasta la fecha de mi cumpleaños.
Ahora cada vez que suena el teléfono tengo miedo de que seas tú otra vez, pero no. El resto de llamadas del día son de gente amable, como si el universo quisiera compensarme por el mal rato que me has hecho pasar. Gente que me desea un feliz año, que me da las gracias efusivamente y que no me suelta una verborrea llena de tecnicismos que no vienen a cuento. Que esto es la escuela de idiomas y si quieres, Joaquín, puedes hablarme en italiano, pero por favor no te me quejes de la “extrema e irrisoria dilación de los trámites administrativos de la comunidad autónoma” porque solo soy una conserje que va a poner los ojos en blanco y va a intentar pasarte con una de sus compañeras a las que pagan más por aguantar a tipos como tú, aunque las broncas iniciales siempre me las coma yo.
Es curioso, considero que se me da bien hacer mi trabajo. Diría que soy rápida, amable y bastante resolutiva. Me preocupo de verdad por los que llamáis o los que venís a mi ventanilla a preguntar —aunque termine repitiendo lo mismo quinientas veces—, tengo buena memoria para los nombres y me quedo enseguida con las caras de la gente, algo muy útil en la vida pero más aún en un trabajo como este. Sonrío mucho, corro escaleras arriba y escaleras abajo más veces de las que me gustaría, soy un poco cotilla —lo justo y necesario, si me preguntan— y me llevo bien con mis compañeros; aunque los profes del departamento de inglés sean eso, de inglés. Sin embargo, hay momentos en los que por gente como tú me planteo si de verdad lo estoy haciendo bien. Si aunque este no sea el trabajo con el que soñaba de pequeña, valgo para esto. Ese es el poder que las personas como tú tienen sobre mí, aunque sé que llegará el día en que comentarios como los tuyos dejarán de importarme.
Ya para terminar te diré que es muy valiente por tu parte volver a llamar —con el ego rebajado, eso sí— y no disculparte. A mí se me caería la cara de vergüenza, pero claro, tampoco voy metiéndome con el resto de gente y con cómo hace su trabajo, así que qué voy a saber yo. Eso sí, más valiente habría sido una disculpa.
Un saludo nada cordial,
Lo único por lo que le daría las gracias a Joaquín es por inspirarme, y ni eso. Y fuera de esto, aclarar que trabajar de conserje me gusta un montón, quitando a los Joaquines del mundo.
Enamorada quedo de esta sección ✨y me uno a odiar muy fuerte a todos los joaquines del mundo!
Me encanta esto y a ti de conserje también. Y al Joaquín pues unas cuantas cosas le podríamos decir tú army de amigas